lunes, 2 de agosto de 2010

ELLA SOLO ELLA


Ella estaba recostada en su cama con los ojos cerrados,
y con sus gráciles manos recorría lentamente todo su cuerpo,
apretando y arrugando la seda de su camisón violeta,
que poco a poco iba descubriendo esos pechos,
tan apetecibles como sus carnosos labios color rubí.

La luna, desde la ventana,
bañaba caprichosamente su blanca piel
y en la oscuridad de la noche,
transformaba las contorsiones de ese agitado cuerpo
en un mágico y maravilloso juego de luces y sombras.

Mi corazón no hacía más que latir como un caballo desbocado,
y sin entender lo que me pasaba,
la necesidad de mirar se volvió imperiosa.

Comencé a desearla,
cuando la vi jugar con su sexo ardiente y mojado...

Abrió sus piernas y sus jugos brillaron como finos ríos de plata
ante el resplandor de la luna;
ríos que iban a morir a un mar que yo imaginaba dulce y tormentoso
agitado por las olas de sus dedos que se hundían en él
inquietos y desesperados,
como buscando un tesoro perdido.

Y el tesoro fue encontrado.

Lo supe cuando la escuché gemir y jadear y retorcerse
con la desesperación de un condenado a muerte,
mientras sus entrañas se aferraban con espasmos
a ese improvisado barco que ella hizo naufragar en sus profundidades,
socavando los confines de su ser.

Y después de la tormenta, llega la calma.

Las olas se aquietan y devuelven los despojos a la playa.

Se dejó volar unos segundos, exhalando un largo y suave suspiro de placer y,
con la satisfacción dibujada en sus ojos,
termina diciendo: “Orgasmo femenino”.

SONE CONTIGO


Anoche soñé contigo, pude palparte y sentir tu esencia impregnado en mi piel. Soñé que te tomaba en mis brazos, que lentamente te besaba mientras mis manos recorrían tu cuerpo como el agua de un rió que no deja ninguna parte seca.

Tus manos temblorosas se entrelazaban con las mías y me hacían sentir que llegaba al cielo. Coloqué mis manos sobre tu pecho y pude oír como latía tu corazón y en mis oídos tu respirar se agitaba como las olas de un mar bravío.

Anoche... soñé contigo y en mis sueños te hice el amor. Te fui deshojando como el viento a aquella rosa de mi jardín, un tibio rocío se posaba sobre tu piel. Tu boca me decía basta pero tu cuerpo se me entregaba como el sol a la tierra que tiene frío.

Fue entonces cuando realmente toque a la felicidad, fuiste mía esa noche te abracé suavemente como si tuviera entre mis manos a una bella mariposa. Sentí frío pero tú me diste calor necesario para no sentirme tan vacío.

Me fundí en tus labios y tu cuerpo se convirtió en el fruto mas codiciado para mis manos. Desperté llorando al saber que eras ajena para mí; pero soy feliz al saber que cada noche vendrás junto a mí a realizar nuevamente este sueño.

Espero que algún día leas este mensaje no en cartas si no lo veas en mis ojos. Sueño con despertar a tu lado y ya no decir anoche ¡soñé contigo!